Traducido
por: Daniela
Corregido
por: Brayan, Pilar.
La tarde del miércoles, Spencer y Chase
estaban en la casa modelo del Sr. Pennythistle. Tenía setos cuidadosamente
podados y un camino de entrada libre de maleza. Junto a la puerta había
maceteros de cerámica de los cuales salían abundantes narcisos. Las aves
cantaban desde las ramas de un gran roble en el jardín delantero. Lo
único feo era la cinta policial amarilla atravesando la puerta frontal.
Spencer caminó hasta ella y la movió a un
lado. Entonces miró a Chase. - ¿Estás seguro de que quieres ayudar? Es un gran
desastre aquí adentro.
- Por supuesto, - Chase insistió, caminando
hacia la casa y pasando cuidadosamente por encima de la cinta policial. – Por
eso es por lo que estoy aquí, Spencer. – Chase la había llamado esta
mañana, preguntándole qué hacía, y toda la historia del arresto salió de
Spencer antes de que pudiera detenerse. Él insistió en conducir a Rosewood para
confortarla, lo cual, Spencer tenía que admitir, se sentía…bueno, confortante.
Spencer alcanzó las llaves que el Sr.
Pennythistle le había dejado temprano ese día, pero cuando estaba a punto de
meterla en el cerrojo, la puerta se abrió. Se congeló, tratando de escuchar a
quien sea que pudiera estar adentro. Entonces miró por encima de su hombro al
tipo de seguridad de apariencia dura tras el manubrio del SUV. Estaba mirando
directo hacia adelante, impasible tras sus lentes oscuros.
- ¿Hola? – Spencer llamó hacia adentro de
la casa, su corazón latía rápido.
- ¿Hola? – Una voz respondió.
Hubo pasos, y el Oficial Gates apareció en
el living, guiándose alrededor de los cuatro cojines de sofá que estaban en el
piso y los muebles pisoteados. Parpadeó al ver a Spencer. - ¿Qué estás haciendo
tú aquí?
- Se supone que tengo que limpiar, -
Spencer respondió. - ¿Qué estás haciendo tú aquí?
- Buscando huellas digitales. – Gates
levantó sus palmas; usaba guantes plásticos. -–El equipo forense acaba de irse.
Yo también estoy saliendo.
El corazón de Spencer se levantó. Fuji la
estaba tomando en serio. Gates estaba buscando a Ali.
- ¿Encontraron algo? – preguntó ansiosa.
Gates pasó una mano por su puntiagudo pelo
rojo. – Unas cuantas huellas por ahí y por allá, pero nada conclusivo. – Su
teléfono sonó con un timbre estilo calypso, y levantó un dedo hacia Spencer. -
¿Hola? – dijo al teléfono. Luego de un momento, añadió, - Voy en camino.
Se volvió hacia Spencer. – Emergencia
familiar, lo siento. Guardé unas cuantas cosas como evidencia, pero no estoy
seguro de que nos vaya a ayudar mucho. – Lanzó una mirada insegura hacia Chase.
– Como sea, ya acabamos aquí. Puedes comenzar a limpiar el lugar. – Asintió
hacia Spencer y salió de la casa.
Spencer cerró la puerta tras él, se apoyó
contra la pared, y dejó salir un gran suspiro. – Bueno, eso fue decepcionante.
– Miró a su alrededor. A pesar de que había venido de pasada varias veces a
este lugar mientras las chicas investigaban a Ali, se veía tan diferente ahora.
Los cajones estaban abiertos, y había rayones de crayón por las paredes. Había
una gran trizadura en el vidrio del reloj de caja. Una luz del techo había sido
sacada del yeso, los cables colgaban. - ¿Cómo es que no hay rastro de Ali
en ningún lugar?
Chase asomó su cabeza en la cocina, la cual
tenía vidrio roto en el piso y basura tirada por todos lados. Olía a leche
rancia. – Ali es extremadamente inteligente. Estoy seguro de que lo pensó todo
antes de destrozar este lugar. – Aclaró su garganta. – Ese policía me estaba
mirando como si pensara que yo lo hice.
- No, solo no quería decir nada sobre Ali,
- Spencer le aseguró, tomando una lata de Coca Cola y tirándola a la basura. –
No quieren que le digamos a nadie más. – Se detuvo, mirándolo. - ¿Estás bien
sabiéndolo? Podría ser peligroso.
Chase se encogió de hombros. – No es como
si me hubieras dicho algo que yo ya no supiera. Estaré bien.
Spencer se volvió hacia la puerta para sacar
los artículos de limpieza del auto. – Supongo que deberíamos terminar con esto,
¿eh?
- Espera un segundo, - Chase la llamó desde
la cocina. – Ven aquí.
Estaba de pie en medio de la cocina,
haciendo gestos hacia el suelo de baldosas cerámicas. Allí, entre trozos rotos
de platos y vidrio, había algo brillante.
Spencer se agachó para levantarlo y frunció
el ceño, viéndolo a la luz. Era un llavero plateado, sin la llave. El logo de
Acura estaba grabado en el metal. – No puedo creer que Gates no haya visto
esto, - murmuró. - ¿Crees que es de Ali?
- Quizás, - Chase dijo. – O quizás es de su
ayudante.
Spencer sacó su celular. Su dedo dudó en
marcar el número de Fuji, pero en vez de eso marcó a Hanna.
- ¿Conocemos a alguien que conduzca un
Acura? – preguntó cuando Hanna contestó.
Hanna no tardó. – Scott
Chin. Mason Byers. El abogado del divorcio de mi
mamá. Uno de mis vecinos. Esa mujer que—
- Wow, - Spencer interrumpió. – No sabía que conocías a cada
conductor de Acuras en Rosewood.
- Son buenos autos, - Hanna respondió como si fuera un hecho. -
¿Por qué quieres saber?
Spencer explicó lo que acababa de encontrar. - ¿Podría ser su
ayudante una de esas personas? Scott Chin no tiene sentido como el novio
secreto de Ali— es gay. No estoy segura
de que sea Mason tampoco—se mudó aquí en sexto grado, ¿recuerdas? Y él y Ali
nunca parecieron llevarse bien.
- Spence, ¿no acabamos de estar en la estación policial
entregándole el caso a un equipo de profesionales? Entrégale el llavero a Fuji
y olvídate de él.
Spencer sabía que Hanna estaba en lo correcto, pero ceder el
poder era más difícil de lo que creía. En la escuela, cuando tenían que hacer
proyectos grupales, Spencer siempre insistía en hacer la mayor parte del
trabajo. Los otros simplemente lo arruinarán, siempre pensaba. No lo
harán tan bien como yo puedo.
Aun
así, obedientemente metió el llavero a su bolso, haciendo una nota mental de
llamar a Fuji cuando ella y Chase hayan acabado de limpiar. Hanna estaba en lo cierto. Ya no tenía que preocuparse de
esto. Estaba fuera de su plato—y eso era algo bueno.
Sondeó el resto de la casa modelo,
separando el algodón de relleno y el papel de periódico arrugado y las yardas
de papel de baño colocados en el candelabro, pero no encontró ni una pista.
Golpearon la puerta, y Spencer se congeló
otra vez. - ¿Yuu-juu? – La voz de la mamá de Spencer llamó en el living. -
¿Spencer? ¿Estás allí?
Frunciendo el ceño, Spencer fue hacia la
puerta principal. Su madre, el Sr. Pennythistle, y Amelia estaban en el
recibidor, todos vestidos en jeans y remeras. Sostenían escobas, mopas, y los
artículos de limpieza del asiento trasero de Spencer.
- ¿Qué ocurre? – Spencer preguntó. ¿Habían
venido a apurarla para que limpiara más rápido?
La Sra. Hastings ató su corto y rubio
cabello con un moño. – Vamos a ayudarte a limpiar, cariño.
- ¿E-en serio? – Spencer tartamudeó.
La Sra. Hastings pasó su dedo por las
marcas de crayón en las paredes. Algo de esta quedó en su piel. – No es justo
que tengas que hacerlo sola. No digo que fuese correcto que tomaras las llaves
de Nicholas sin su permiso, pero fue injusto que asumiésemos que tú fuiste
quien le hizo esto al lugar.
El Sr. Pennythistle palmeó su hombro. – Tú estabas
en casa la noche en que este lugar fue destrozado—revisé el
video de seguridad en la casa. Siento haber dudado de ti.
Quizás Spencer debería haberse molestado
más porque no hubiera creído en su palabra, pero eso requería de demasiado
esfuerzo emocional. Además, le gustaba la mirada rígida con que estaba mirando
a Amelia ahora mismo. – Lo siento por delatarte, - Amelia murmuró, luego de que
él le diera un codazo.
- Y la policía nos explicó que tu arresto
por drogas fue un error, - la Sra. Hastings añadió mientras refregaba la pared
con un Borrador Mágico Mr. Clean. – Gracias a Dios.
- Oh, - Spencer dijo. – Bueno, qué bien.
- Como sea, ¡a trabajar! – la Sra. Hastings
le pasó una escoba a Amelia. Luego se detuvo y notó a Chase en la cocina. – Oh.
Hola.
- Él es mi amigo Chase, - Spencer dijo. – Otro
Chase, - añadió, recordando que a le había presentado a Curtis como Chase
cuando él la había ido a buscar para el baile. – Me está ayudando a limpiar.
- ¡Qué bien! – la Sra. Hastings se
emocionó, lanzándole una agradable sonrisa. – Bueno. Cualquier amigo de Spencer
es amigo nuestro.
Spencer casi se rió. Ciertamente alguien
se sentía culpable por asumir que era culpable en falso. Spencer solo estaba
feliz de que su mamá estuviera aquí, ayudando, y de que no la odiara.
El Sr. Pennythistle enchufó la aspiradora y la encendió. Amelia,
de mala gana, levantó los cojines del sofá y metió el relleno que se pudo
recatar en su interior. Spencer le sonrió en secreto a Chase mientras comenzaba
a barrer el vidrio roto con la escoba. Estaba agradecida de que él estuviera
aquí también. De repente, todo se sentía—bueno, no perfecto, pero mejor que como se había
sentido en mucho tiempo.
Justo como le gustaba.
Capítulo 10 - Capítulo 12
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